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La melancólica realidad de una feria frustrante


03/09/1999

GASPAR MACIÀ para La VerdadLas lecturas y balances que se pueden hacer de la última edición de Expocalzado son tan variados como el número de expositores. Pero hay unos hechos constatados: ha habido en las estanterías muchas más colecciones de temporada que otras ocasiones, la imagen de la feria ha mejorado sensiblemente con la introducción del Club de Marcas, los visitantes extranjeros han aumentado y la valoración mayoritaria de los participantes es positiva, sin campanillas pero favorable. Entonces, ¿por qué se masca en el ambiente zapatero la sensación de la derrota? Pues en buena parte, y aunque parezca extraño, por culpa de la propia organización. Han sido miembros del comité quienes han transmitido una sensación de decepción que se ha contagiado a los expositores. No ha sido algo intencionado, evidentemente. Tenían puestas muchas esperanzas en esta edición, que no se han cubierto del todo y la autocrítica ha acabado por sepultar los logros, que los ha habido. Bien está que se entone de vez en cuando algún mea culpa públicamente, pero sin pasarse, que si no la gente se asusta. Y el sector no está para sobresaltos. La cuestión de fondo es que Expocalzado ha experimentado una mejoría en su imagen y en su oferta, algo que parecía imposible hace tan sólo dos o tres ediciones. Los expositores que han acudido han demostrado de lo que pueden ser capaces si se lo proponen. Lo que sucede es que se ha engañado durante mucho tiempo a los compradores extranjeros diciéndoles que aquí iban a encontrar muestrarios de moda sin ser cierto. Y ahora, como en el cuento del lobo, cuando realmente hay colecciones, pocos se lo creen. Ni pagándoles el viaje. Por eso se esperan a Düsseldorf, que aquello sí que es una feria. Mal futuro para un sector –el segundo del mundo en creación y exportación de moda del calzado– que no se cree sus propias posibilidades para atraer compradores. Ahí están los italianos, luchando a brazo partido con los alemanes, haciéndoles la pirueta de retrasar su feria después de la GDS. Tal vez les vaya bien o quizás se estrellen, pero no desfallecerán y seguirán dando guerra. O ahí está Garda, una feria perdida en territorio de nadie, que de momento se ha convertido en un referente obligado. ¿No se supone que es ése el espíritu de los empresarios de esta zona? O quizás es que se prefiera dejar morir la feria para practicar otra de las grandes aficiones del sector: la lamentación. Y es que al final tendrá razón García Lillo, el director de Expocalzado, cuando dice que lograr la colaboración de los zapateros es una labor frustrante que al final acaba dando paso a la melancolía.