Las diferentes aplicaciones de la RFID, que reúnen e intercambian millones de datos, pueden suponer el final de la privacidad de esos datos, por lo menos tal como la entendemos hoy. Los ciudadanos y las instituciones perderemos el control sobre nuestros propios datos. Los expertos aseguran que grandes organizaciones mafiosas podrían estar familiarizándose con esta tecnología para utilizarla en sus fechorías.Entre los aspectos más vulnerables de la RFID, los expertos han identificado los siguientes:- Diseño inapropiado de los procedimientos.
– Excesiva dependencia de las infraestructuras telemáticas.
– Falta de procedimientos de back-up en caso de fallo del sistema.
– Bajo nivel de entrenamiento de los profesionales en cuanto a la seguridad del sistema.
– Interfaces difíciles de entender y utilizar.
– Falta de armonización e interoperatividad entre equipos y tecnologías.
– Ausencia de controles adecuados sobre la entrada de datos.
– Dependencia del suministro energético.
– Ausencia de sistemas lógicos de acceso.
– Insuficiente diseño y capacidad de los sistemas.
– Falta de protección adecuadas de los tags.
– Ausencia de sensores fiables.
– Falta de respeto a la limitación de los usos.
– Gestión inadecuada de la identidad de los usuarios.
– Inadecuación de las reglas de tráfico de la información.
– Exagerada dependencia de la biométrica.
– Peligro de robo de los tags y de su información.
– Los tags carecen de una opción de apagado.
– Insuficiente seguridad de los datos almacenados.
– Excesiva sensibilidad de los sistemas, que crea falsas alarmas.
– Excesiva sensibilidad a los campos magnéticos.
– Uso de los equipos en entornos no protegidos.
– Alto nivel de errores en la identificación biométrica.
– Disponibilidad de los datos a través de canales no protegidos.
– Excesiva capacidad de relacionar los datos.
– Ausencia de legislación armonizada en los países de la UE.
– Insuficiente protección de las comunicaciones sin cable.
– Falta de respeto a la legitimidad del uso de los datos.
– Escasa atención al cuidado de la conservación de los datos.
– Falta de respeto a los derechos de los ciudadanos.Todos estos peligros pueden existir también en el sector textil, que comienza a usar bastante la RFID, por lo menos a nivel de producción y almacenaje.La RFID también tiene sus limitaciones ya que, por ejemplo, la gama de las señales disponibles es a menudo mayor que la gama Standard y la emisión de señales no puede detenerse. Debido a la escasez de recursos, los tags RFID y las tarjetas smart disponen sólo de sistemas criptográficos elementales y apenas disponen de protección contra usos criminales.Como ya hemos adelantado, la conexión entre distintas fuentes informativas permite cruzar datos y obtener perfiles que pueden ser utilizados para fines no deseados. Por otro lado, resulta difícil y caro corregir los posibles datos erróneos. Tampoco existen normas claras respecto a quién puede hacer qué con la información contenida en los tags.Tampoco parece existir un control suficiente sobre el borrado de datos y la eliminación de los tags. Un criminal podría sobrealimentar una frecuencia de radio de forma que el sistema tendría que ser reiniciado, descubriendo su origen y dando pie a manipulaciones. Equipos lectores criminales podrían obtener la información almacenada en el sistema y usarla para fines no autorizados. A falta de protección suficiente, la codificación de los tags es tan elemental que puede ser decodificada fácilmente por un experto. La distancia de escaneo puede ser aumentada fácilmente, de forma que una persona podría conseguir fácilmente la información con un lector de bolsillo. Las etiquetas RFID pueden ser dañadas por virus, ácaros e incluso programas malévolos.Esta tecnología puede constituir una bendición o una amenaza para todos nosotros. Desgraciadamente, los riesgos no pueden apenas ser medidos con precisión. Ciudadanos, empresas e instituciones deberían llegar a un consenso para minimizar los riesgos. Todos deberían ser conscientes de que no existe nada perfecto ni totalmente seguro, pero al mismo tiempo deberían adoptar las medidas necesarias para minimizar los riesgos.