OIT: el fast fashion abusa de sus trabajadores
Acusaciones de maltrato y abuso entre contratistas asiáticos de H&M y Gap. Varios informes les culpan de abusos debidos, sobre todo, a la fijación de objetivos inalcanzables de producción
26.07.2018.- El 28 de mayo –primera jornada de la 107 Conferencia Internacional del Trabajo, de la OIT- una coalición global de sindicatos y de organizaciones a favor de los derechos humanos publicó un informe que denuncia casos de violencia de género en los contratistas asiáticos de varias marcas de fast fashion.
Dentro de esta coalición hay instituciones como Asia Floor Wage Alliance, que agrupa a muchas más de toda Asia: Global Labor Justice, Labour Resource Center, Society for Labour and Development, etc.
El informe denuncia la violencia y las presiones contra las mujeres que trabajan en las fábricas de confección, sobre todo, en Bangladesh y Camboya: violencia física, coacciones, amenazas, obligación de hacer horas extras, etc. Todo ello deriva del marco de las relaciones laborales en esas fábricas creado por la existencia de contratos de corta duración, de objetivos de producción inalcanzables, de inseguridad física en el puesto de trabajo, de la imposibilidad de pertenecer a asociaciones obreras, etc.
Además, entre los temas debatidos en la Conferencia, celebrada en la sede de la OIT en Ginebra del 28 de mayo al 8 de junio, figuran los de su Comisión Normativa sobre la violencia y el acoso en el mundo del trabajo, que en el caso de la confección afecta fundamentalmente a mujeres. La reunión pretendía fijar estándares que eviten la violencia y el acoso en los entornos laborales, incluidos los relacionados con la violencia de género. En ella han participado líderes sindicales, representantes gubernamentales y de organizaciones empresariales. El objetivo era crear un marco regulador, sobre todo para los sectores que cuentan con mucha mano de obra femenina (como el de la confección), que pueda guiar a las empresas y a los gobiernos a eliminar la violencia.
Críticas para H&M y Gap
Varias de esas instituciones cargan también contra los abusos que sufren las mujeres que trabajan en fábricas subcontratadas por H&M, que tienen su principal origen en los objetivos irreales que los directivos de las fábricas les imponen.
Jennifer Rosenbaum, directora en Estados Unidos de Global Labour Justice, indica que el sector de la moda debe comprender la existencia de esos abusos como una consecuencia de la estructura de la cadena de suministro de las marcas occidentales. Las cadenas de suministro de H&M y Gap, por ejemplo, crean unos objetivos de producción que no son realistas y que a menudo se originan por la aceptación de contratos con unos precios por debajo de mercado. Como consecuencia, las mujeres –que son la casi totalidad de los trabajadores de las fábricas confeccionistas- deben hacer horas extras no pagadas para cubrir el cupo de producción que les ha sido asignado y, en todo caso, trabajar bajo una presión extrema.
Debbie Coulter, de la Ethical Trading Initiative, explica que estas acusaciones son muy preocupantes. La violencia contra las mujeres es totalmente inaceptable. Esperamos que H&M y Gap las investiguen y pongan remedio rápido.
Reacción preocupada de H&M y Gap
Un informe reciente de Global Labour Justice referido a los contratistas que trabajan para Gap y H&M en Bangladesh, Camboya, India, Indonesia y Sri Lanka informa de abusos y amenazas. Durante años las organizaciones internacionales han intentado corregir esta situación, que también es denunciada por los responsables de estas marcas.
Las marcas occidentales mencionadas aseguran estar consternadas por esta situación, que afecta especialmente a las mujeres, que son abusadas psíquicamente y físicamente.
H&M afirma que está en contra de cualquier de abuso contra los trabajadores de sus proveedores, y en concreto contra cualquier forma de violencia contra las mujeres. La violencia de este tipo en cualquier lugar del mundo es un ataque directo contra el bienestar, la dignidad y la seguridad de los trabajadores, y especialmente de las mujeres. Es más, da la bienvenida a cualquier iniciativa que fortalezca la defensa de sus derechos humanos, en línea con las recomendaciones de la OIT. De hecho, la empresa se compromete a estudiar en profundidad los informes que pueda recibir y realizar las averiguaciones pertinentes en las fábricas donde conste su existencia.
Gap, por su parte, también se ha confesado desolada por estas informaciones y está realizando ya una investigación para aclarar lo sucedido. Además, asegura que está comprometida con la seguridad y el respeto que los trabajadores deben recibir en su puesto de trabajo. De hecho, lleva ya cierto tiempo centrando su cadena de suministro en empresas que participan de los mismos valores y objetivos que ella y auditando a sus proveedores: cuando encuentran alguna irregularidad exigen un remedio inmediato a la situación. Un gran número de esas fábricas, además, están siendo auditadas por la OIT a través de su programa Better Work. Por si esto fuera poco, su código de conducta para sus proveedores prohibe cualquier forma de discriminación.
El problema de fondo es el precio final de las prendas
Uno de los problemas fundamentales, sin embargo, es que la situación no se resuelve con estas medidas. Su origen está en la escasa remuneración que los dadores de órdenes imponen habitualmente a sus empresas contratistas, probablemente reducida cada año porque entienden que esos proveedores deben mejorar continuamente su productividad. Solo así pueden ofrecen al mercado sus artículos a los precios que los consumidores finales están dispuestos a pagar por ellos.
Esa remuneración, y a menudo la realización de pedidos con plazos de entrega muy cortos, imponen a los fabricantes un marco que les obliga a presionar en exceso a sus trabajadores y a pagar sueldos muy modestos. Resulta irónico –e incluso hipócrita- que los dadores de órdenes impongan unas obligaciones éticas con sus plantillas que son absolutamente incompatibles con los precios que pagan.
En algunos casos, un proveedor chino ha mostrado a Pinker Moda los manuales que les entregan sus clientes y que –en teoría- son de cumplimiento obligado. ¿Cómo puedo yo cumplir todo esto si me pagan una verdadera miseria por cada prenda que les debo facilitar, además muchas veces con plazos muy cortos? Naturalmente, podría negarme a aceptar el trato, pero entonces debería cerrar la fábrica y estaríamos todos un poco peor.
En otras palabras, las ventajas del fast fashion para los consumidores –precios muy bajos y plazos muy cortos- a menudo se traducen en un mundo de horror para aquellos que deben producir los artículos. Y no digamos del see now, buy now. No hay duros a cuatro pesetas. Alguien debe pagar la fiesta, y normalmente es su eslabón más débil.
+ Info: www.ilo.org, www.globallaborjustice.org y www.ethicaltrade.org