Revolución interna en Dogi
Según explica el diario Expansión del sábado 2 de mayo, este colectivo de accionistas suma alrededor del 15% del capital de Dogi y su objetivo es llevar a cabo una acción hostil y forzar un cambio de dirección. Así lo explican fuentes cercanas al grupo en declaraciones al rotativo español.En este grupo, que lidera la empresa madrileña Hispánica de Calderería, propietaria del 10,53% de Dogi, también estarían implicados algunos ex directivos de la compañía textil.Desde Dogi, fuentes consultadas por Expansión aseguran que la familia fundadora no tendría recursos suficientes para hacer frente a esta operación. El consejero delegado de Dogi, Jordi Torras, explica que la familia Domènech no se plantea la venta de sus títulos, tal y como se rumorea, aunque asegura que no descarta diluir su participación para fortalecer el núcleo duro de la empresa, un hecho que sí se hubiera podido producir en el caso de haber logrado cubrir en su totalidad la ampliación de capital de 24,1 millones de euros del pasado verano.Por otro lado, por el porcentaje de acciones que controla Hispánica de Calderería le correspondería un puesto en el consejo de administración de Dogi, formado actualmente por nueve miembros, tres de los cuales son de la familia Domènech, entre los cuales no hay ninguno de la que sería el segundo accionista de la empresa por detrás de Josep Domènech.Este malestar surge justo después de que Dogi hiciese públicos sus resultados correspondientes a 2008, en los que destaca un aumento de sus pérdidas hasta los 59 millones de euros, cuatro millones más de los que en su día comunicó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). La compañía justificó este ajuste por las nuevas normas de contabilidad y diferencias de ajustes en algunas filiales.Dogi se dispara en bolsaTras la publicación de los planes del grupo de accionistas, las acciones de Dogi se disparaban esta mañana en el Índice General de la Bolsa de Madrid (IGBM) hasta un 15,15% por acción. Un hecho sin duda destacable en un momento en que la confianza en la compañía cruzaba por uno de sus momentos más bajos por no alcanzar la promesa siempre incumplida de abandonar los números rojos. El baile de cifras en las pérdidas (los zurcidos contables, tal y como lo llaman los analistas) contribuyó a deteriorarla un poco más.