“Cuando entré y vi el primer salón, todo de negro, me pareció que los maniquíes cobraban vida, y sentí que esos cincuenta años de carrera me venían de golpe y me puse a llorar”, ha contado Berhanyer, visiblemente orgulloso del aspecto final de la exposición que hoy inaugura el Museo del Traje de Madrid. La obra de Elio Bernhayer (Córdoba, 1929) oscila entre el folclore del traje popular español y “la elegancia serena y austera que anda por la calle”, ha afirmado hoy Pedro Mansilla, comisario de la muestra retrospectiva, que permanecerá abierta hasta el día 22 de febrero. “Que me perdone Pertegaz, pero en mi quiniela personal Elio está el número uno”, ha confesado Mansilla durante la presentación de los 50 años de moda del diseñador andaluz, que han colocado en el museo cien modelos que definen las últimas cinco décadas de moda española. Berhanyer lleva medio siglo triunfando con sus cortes en todo el mundo y todavía presenta dos colecciones al año en Cibeles, pero esto no le impide llevar “muchísimos años sin tener una mala crítica”, según él mismo ha apuntado. “Yo mido un metro ochenta, pero hoy parezco 20 centímetros más bajo porque estoy aplastado por los elogios”, ha dicho el modisto, quien no pudo contener las lágrimas cuando se acercó, tres días antes de la inauguración, a ver cómo estaba quedando el montaje de la exposición. En ella se conjugan algunos de sus trabajos más conocidos, como los tres vestidos que la reina Doña Sofía ha sacado de su armario particular para cederlos durante unos meses, o los diseños que Berhanyer realizó para Iberia en los años sesenta. Todos estos trajes se exhiben en tres espacios que Pedro Mansilla ha adecuado para explicar mejor la trayectoria de su amigo Elio. El primero se inspira en un tapiz que plasma el encuentro entre la realeza española y la francesa en el siglo XVII que influyó al diseñador para forjar su estilo. En los otros dos se reúnen las dieciséis obras más conocidas de Berhanyer y algunos de sus mejores ejemplos de alta costura y pret-a-porter. Mansilla ha recorrido orgulloso todas las salas, y se ha alegrado de que “el Ministerio de Cultura haga suyo el trabajo de un diseñador, como si fuera el de un pintor o un escultor”, ya que, según ha afirmado, la exposición “es una fiesta para los sentidos”.