“Detrás de cada exposición en el Museo del Traje, hay un increíble trabajo de profesionales de diferentes departamentos. Pero en concreto, en las exposiciones textiles, están detrás de todo ello el Departamento de Conservación”, explica Marta Torres.

Dentro de este departamento, ella se enccuentra en el equipo especializado en Costura, con la labor de crear “maniquíes invisibles”, que en realidad son soportes de conservación de los trajes, al mismo tiempo que permiten apreciar todas las cualidades volumétricas, técnicas y materiales de las piezas, ya que eliminan todo tipo de elemento de distracción en la contemplación. “El traje así expuesto cobra una entidad de obra de arte casi escultórica”, subraya Marta.

En el periodo de prácticas en el Museo, la estudiante de Diseño de Moda asegura haber aprendido a “hacer maniquíes de soporte y conservación completamente desde cero, y todo se hace artesanalmente, todo se confecciona a mano, y a medida de cada traje, ya que el proceso de fabricación de estos soportes guarda un significativo paralelismo con el proceso mismo de confección de los trajes”.

Marta explica que trabajan con plantillas de identificación de silueta y matrices, que les sirven de base para comenzar el proceso. Y una vez tomadas las medidas del traje, se valora si se precisan brazos, faldonajes o cualquier otro elemento que sea necesario para reproducir la morfología de la prenda en sí.

“Después de estas valoraciones, comienza el proceso”, apunta. Explica que el primer paso consiste en forrar la matriz seleccionada con plástico y tiras de papel secante de algodón. Una vez seco, se desmolda. El segundo paso es forrarlo con un material acolchado y enfundarlo en una malla para evitar enganches. Se colocan entonces los brazos, faldores y los elementos que necesite cada traje.

Y una vez completado, se prueban los vestidos y se marca sobre el maniquí la caída del vestido, para cortarlo, lijarlo y pintarlos del mismo color y tono que la prenda. De este modo, asegura Marta que “no se note la diferencia de colores y sólo te fijes en el vestido, que al final es de lo que se trata” y señala que también se le coloca una seda del mismo tono del traje, “que la mayoría de las veces hay que teñirlas a mano, porque ni en las mejores sederías de Madrid se encuentran los tonos y matices de muchos colores”.

“Una vez hechos estos procesos se viste la pieza que ahora cuenta con un soporte perfectamente ajustado a ella, acomodado a sus formas y volúmenes y que debe permitir que se aprecien en las mejores condiciones posibles sus características técnicas y estéticas al tiempo que garantiza que durante la exhibición no sufrirá ningún deterioro”, apunta Marta.practicas